5.3.03

LA INMOLACIÓN DEL PRI

La derrota del PRI en el año 2000, fue un equivalente político de la Reforma Religiosa de Lutero en contra de la Iglesia Católica en el siglo XVI. Ambas organizaciones quedaron fracturadas y su existencia se tuvo que ver rodeada de sectas que pululan en los dos ambientes: político y religioso. El problema en ambos casos, es que frente a la Iglesia quedó el protestantismo como gran organización de contrapeso, y al PRI le ha tocado el PAN y el PRD para contrarrestar su mermada fuerza.
Pero la Iglesia Católica tuvo la sabiduría de convocar a un Concilio (Trento), para revisar en qué se estaba equivocando y tuvo la oportunidad de rectificar en muchas cosas y quedar nuevamente de pie, con renovada fuerza.
El PRI no ha sabido más que continuar su fragmentación a partir de una complicada elección para su presidente nacional en el año 2002, ocasión en la que fue evidente la división interna y la puesta en escena de viejos trucos y trampas para hacer ganar al actual dirigente. No ha hecho un esfuerzo por reunificar a los que ya comenzaron la diáspora; al contrario, parece que hay intrínseco un deseo de inmolación.
Cuando se pensó que podría retornarse a la unidad al presentarse las elecciones “intermedias” para renovar a los diputados federales, el viejo partido de Morrow y Calles empezó a caer en inconsecuencias al eliminar cuadros políticos que bien pudieran haberle dado un respiro. No era un intento de renovación, era un intento de filtrar a los llamados “dinosaurios” a través de sus incondicionales o de sus descendientes sanguíneos, provocando la ira de la militancia verdadera y de los patrocinadores políticos más importantes.
Las inconformidades no sólo han surgido dentro del mismos partido, que ya está más que escindido, sino de la ciudadanía misma, que en el proceso de selección especialmente de aspirantes plurinominales, ha visto con claridad que hubo imposición y mentiras por parte de las personas en el mando, que no recurrieron a un proceso balanceado ni democrático para escoger a quienes con seguridad tendrán una curul por la vía del menor esfuerzo.
Característica del sistema de representación proporcional, es que todas las fuerzas políticas contendientes, tengan aunque sea un pequeño espacio de resonancia en los parlamentos, lo cual hace al sistema político más equilibrado y democrático. Pero en el caso actual del PRI, lo que parece buscarse es convertirse a la larga en partido minoritario y reservar las posiciones plurinominales únicamente para los miembros y simpatizantes de la élite que manda, algo parecido a los partidos familiares, como el llamado ecologista o el que recientemente protagonizó un escándalo, y que es algo así como consorcio familiar dedicado al latrocinio electoral.
No sólo en Oaxaca se está viendo la salida de viejos y sólidos cuadros; es un fenómeno nacional en el que intervienen ya los gobernadores priistas, que se están convirtiendo –algunos—en los críticos y disidentes más severos de su vieja organización, hoy decadente, a la deriva y al capricho de dos o tres dirigentes que no han calculado que el 6 de julio está a dos meses de distancia, tiempo suficiente para que la competencia política realice campañas demoledoras en las que exhiba los antiguos y los nuevos defectos del tricolor, plasmados éstos en la conducta de sus agremiados.
Pero la prepotencia y la soberbia no tienen límite, de modo que, así como se “montaron en su macho” para sostener listados de inconformidades, se sostendrá una batalla política desventajosa, al ritmo de una voz chillona del trópico tabasqueño; “quién dice que no se puede”, escucharemos nuevamente, viendo caer los despojos de un partido que se desgarró a sí mismo y que ha dado garantías de impunidad por tres años, a quienes se uncieron a sus veleidades. Los adversarios están felices.